Votar en Santiago, entre ricos y pobres

Posted by Tomás Vivanco | | Posted on 2:22

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UNA RECORRIDA POR BARRIOS DE LA CAPITAL


A las 9 y media de la mañana, vestida de rojo y negro, Michelle Bachelet votó en el colegio Verbo Divino, en Las Condes, la exclusiva zona donde tiene su casa. Llegó de la mano de su mamá, Angela Jeria, que las últimas semanas hizo campaña por Frei, aportando su presencia en innumerables actos. La presidenta votó temprano, abrumada por una ola de aplausos, grititos de apoyo y apretones de manos. A la hora del mensaje, vaticinó el ballotage. "Todos sabemos que va a haber segunda vuelta", dijo.


Santiago ayer se había convertido en un crucigrama de atascos y regulares mareas humanas allí donde se localizaban los centros de votación. En Vitacura, el Liceo Francés era un verdadero festival de ropa fina, bijou de oro y peinados de peluquería. Sólo mujeres votaban allí. Afuera, maridos e hijos esperaban en sus autazos. La democracia tiene estas cosas: gente que no tiene idea de lo que es esperar para ser atendido o hacer una cola para cumplir con un trámite, en días de elección se ve obligada a hacerlo. Son momentos detenidos en el tiempo, en los que uno queda sometido al impiadoso escrutinio del ocasional compañero de espera, que muchas veces relojea sin pudor. Parapetada tras sus enormes anteojos Armani, una mujer de unos 50 años y pómulos de quirófano hablaba con una periodista de TV de las virtudes de la democracia. Parecía sentirse inmortal la rubia bronceada, sólo porque la registraba una cámara.

En otra punta de Santiago, en la estación de metro Dorsal, Sergio -panza prominente, boca huérfana de varios dientes- justificaba su voto por Piñera. "Como chileno estoy orgulloso de que él esté entre las 70 personas más ricas del mundo". Un halo de pensamiento mágico parecía envolver a Sergio cuando criticaba al sistema de salud público de la Concertación ("Hace tres años que espero para operarme de dos hernias") y aseguraba que Piñera va a terminar con su sufrimiento. A pocas cuadras, por la amplia y algo pelada avenida Einstein, pasaban grupos de mujeres tomadas del brazo. Venían de votar de la escuela Santa Teresa de Avila. "Yo voté por el señor Frei", respondió María Luisa -batón verde y marrón, monedero en mano-. "Iba a votar por Marco, hasta ayer nomás iba a hacerlo, pero bueno, me lo pensé mejor". Con un pañuelito blanco se secaba la frente. Su nieta Jimena, de 19 -pantalón capri, remera adherente e infaltable MP4-, la apuraba para irse. Es una de los miles de jóvenes de este país de padrón envejecido que no se inscribió para votar.

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